Escribe Kropotkin "¿Para qué sirve esta inmensa máquina que llamamos Estado? ¿Es para impedir la explotación del obrero por el capitalista, del campesino por el rentista? ¿Es para facilitar y asegurar el trabajo, para defendernos contra el usurero, para suministrarnos alimentos cuando la esposa amada no tiene más que agua para calmar el hambre del niño que llora agarrado a su exhauste seno? No, y mil veces no. El Estado protege la explotación, la especulación y la propiedad privada, producto del robo. El proletariado que no tiene otra fortuna que sus brazos, no puede esperar nada del Estado si no es una organización fundada para impedir su emancipación" (1)
Pero el Estado, por lo menos en los países adelantados del siglo XXI, ha cambiado radicalmente. Se podría decir que cubre todas las necesidades básicas del proletariado sin impedir, por otra parte, la existencia del capital especulador o productivo. El tiempo ha dejado inútil gran parte de la propaganda anarquista y socialista de tiempos pasados.
Las ideologías, o por lo menos, los aspectos más aferrados a la realidad de éstas, han caducado por haber pasado también a mejor vida las condiciones de donde brotaron. Hay ahora nuevas formas de explotación... aunque quizá habría que revisar también el mismo concepto de "explotación". No se trata de hacer morir de hambre a los que menos tienen (insisto que este razonamiento es válido sólo para una parte de la humanidad) sino de hacerla trabajar de por vida para cubrir las condiciones sugeridas por una sociedad diseñada para el consumo y, paradójicamente, para el ocio. Ha aparecido una nueva forma de esclavitud que tiene la característica de ser deseada por sus víctimas. Quizá el ejemplo más evidente esté en la familia que trabaja de por vida para pagar, al Banco, su hipoteca por haber adquirido una casa propia. El Estado asegura la supervivencia, la educación y la salud de todos, y luego éstos trabajan para engrandecer aún más las grandes entidades financieras que a su vez mantienen lazos profundos con el Estado "del bienestar".
Una situación tan compleja requiere análisis también más complicados y una acción también mejor orientada por parte de aquellos que no forman parte privilegiada de ella. No se trata de ser "antisistema" a la manera de los clásicos revolucionarios. Descubrir el orígen y el uso de las nuevas "plusvalías" es tarea de los críticos insatisfechos con el actual sistema que parece imponerse por la fuerza de los hechos.
(1) P.Kropotkin "Palabras de un rebelde". Editorial Pastanaga. Barcelona, 1977.
Pero el Estado, por lo menos en los países adelantados del siglo XXI, ha cambiado radicalmente. Se podría decir que cubre todas las necesidades básicas del proletariado sin impedir, por otra parte, la existencia del capital especulador o productivo. El tiempo ha dejado inútil gran parte de la propaganda anarquista y socialista de tiempos pasados.
Las ideologías, o por lo menos, los aspectos más aferrados a la realidad de éstas, han caducado por haber pasado también a mejor vida las condiciones de donde brotaron. Hay ahora nuevas formas de explotación... aunque quizá habría que revisar también el mismo concepto de "explotación". No se trata de hacer morir de hambre a los que menos tienen (insisto que este razonamiento es válido sólo para una parte de la humanidad) sino de hacerla trabajar de por vida para cubrir las condiciones sugeridas por una sociedad diseñada para el consumo y, paradójicamente, para el ocio. Ha aparecido una nueva forma de esclavitud que tiene la característica de ser deseada por sus víctimas. Quizá el ejemplo más evidente esté en la familia que trabaja de por vida para pagar, al Banco, su hipoteca por haber adquirido una casa propia. El Estado asegura la supervivencia, la educación y la salud de todos, y luego éstos trabajan para engrandecer aún más las grandes entidades financieras que a su vez mantienen lazos profundos con el Estado "del bienestar".
Una situación tan compleja requiere análisis también más complicados y una acción también mejor orientada por parte de aquellos que no forman parte privilegiada de ella. No se trata de ser "antisistema" a la manera de los clásicos revolucionarios. Descubrir el orígen y el uso de las nuevas "plusvalías" es tarea de los críticos insatisfechos con el actual sistema que parece imponerse por la fuerza de los hechos.
(1) P.Kropotkin "Palabras de un rebelde". Editorial Pastanaga. Barcelona, 1977.
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