Este autor chileno, 1953, ha escrito un libro que trata de la manipulación del lenguaje en situaciones de guerra. Me refiero a "Guerra y lenguaje" (Acantilado, Bcn, 2007). En la primera guerra mundial en Austria se creo un "Cuartel de Prensa" donde trabajaron importantes escritores con el objetivo de apoyar el esfuerzo bélico. Para ello tuvieron que domesticar al lenguaje cambiando significados y utilizando las palabras, y las fotografías, en la dirección señalada.
Una crítica de este libro se puede leer aquí, pero no creo que el análisis de Kovacsics quede limitado a las situaciones de guerra. Continuamente tenemos, en los medios de comunicación, un esfuerzo contínuo por llevar agua al molino propio. Así es como el ciudadano crítico tiene que aprender a entender lo que lee o lo que vé como si se tratara de desplazarse por un campo minado.
Este proceso de manipulación del lenguaje es inevitable, y eterno, sólo que en nuestra época coincide con una etapa de democracia formal y por lo tanto el poder busca modificar la opinión no ya de camarillas o elites o plutocracias sino también el del pueblo llano.
Cuando el pueblo puede votar, se convierte por ese mismo hecho en un blanco para los "Cuarteles de Prensa".
Ello no significa, sin embargo, que todo sea igual como podría aventurar un pesimista depresivo o un enemigo del sistema (sin llegar más allá). Hay situaciones y situaciones, y no es igual ser opositor en Cuba que en Francia, o en Rusia, o Arabia Saudí. El ciudadano crítico debe aprender a discriminar, a matizar y a considerar una por una cada contexto en particular. Si no lo hacemos, y terminamos concluyendo que "todo es lo mismo" sólo hacemos el caldo gordo a los integristas y totalitarios.
Una crítica de este libro se puede leer aquí, pero no creo que el análisis de Kovacsics quede limitado a las situaciones de guerra. Continuamente tenemos, en los medios de comunicación, un esfuerzo contínuo por llevar agua al molino propio. Así es como el ciudadano crítico tiene que aprender a entender lo que lee o lo que vé como si se tratara de desplazarse por un campo minado.
Este proceso de manipulación del lenguaje es inevitable, y eterno, sólo que en nuestra época coincide con una etapa de democracia formal y por lo tanto el poder busca modificar la opinión no ya de camarillas o elites o plutocracias sino también el del pueblo llano.
Cuando el pueblo puede votar, se convierte por ese mismo hecho en un blanco para los "Cuarteles de Prensa".
Ello no significa, sin embargo, que todo sea igual como podría aventurar un pesimista depresivo o un enemigo del sistema (sin llegar más allá). Hay situaciones y situaciones, y no es igual ser opositor en Cuba que en Francia, o en Rusia, o Arabia Saudí. El ciudadano crítico debe aprender a discriminar, a matizar y a considerar una por una cada contexto en particular. Si no lo hacemos, y terminamos concluyendo que "todo es lo mismo" sólo hacemos el caldo gordo a los integristas y totalitarios.
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